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¿Dónde está Pixar?

Hace seis años, recién contraído el matrimonio entre Pixar y Disney y con Cars como primer retoño fruto de esta unión, pronostiqué la paulatina pérdida de personalidad de la compañía del flexo. Pequé sin duda de cierto fatalismo, porque enseguida llegaron algunos de sus mejores proyectos, como Ratatouille, WALL-E o Up, obras maestras que nos hicieron olvidar ese inmenso resbalón protagonizado por un coche de carreras.

Quizá no convenga hacer saltar de nuevo las alarmas, pero está claro que la llegada de Brave supone un nuevo retroceso en el impecable expediente del estudio fundado por Steve Jobs y John Lasseter. Las sospechas de una cada vez mayor influencia de Disney sobre los proyectos de Pixar vuelven a acechar. Y es que esta historia sobre una princesa indomable no es tan distinta de las que en su día nos propuso el gigante del ratón, como Pocahontas o Mulan.

Hace ya tiempo que Disney abandonó la senda del cuento de hadas clásico, ese que tendía al machismo y reservaba a la mujer el victimismo y la sumisión. De ahí que no tenga ningún mérito el mensaje feminista y supuestamente revolucionario de Brave. Como decíamos, Mulan ya cabalgaba sola para luchar como un varón en nombre de su familia y Pocahontas era un espíritu libre capaz de detener guerras mediante el diálogo. Y de eso hace ya más de diez años. Así que la historia de esta Mérida que se niega a aceptar el destino marcado por su madre y por los tiempos llega un poquitín tarde.

Pero no es sólo en esa necesidad cuasi vital de revestir sus guiones con moraleja que Pixar se ha disneyziado de nuevo. De repente, sin aviso y a traición, una voz se apodera de la banda sonora y nos retrotrae a los tiempos en los que era impensable una película de dibujos animados sin su repertorio de canciones. Si a estas escenas superfluas de canto a la libertad le sumamos la presencia de personajes graciosillos, a la búsqueda de la risa fácil de los más pequeños, nos encontramos definitivamente con algo que desde luego no es Pixar.

¿Dónde queda por tanto el ingenio de la factoría de Toy story, Monstruos SA y Buscando a Nemo? Pues únicamente en uno de los rasgos que siempre han caracterizado a Pixar y que la catapultó enseguida a lo más alto de la animación: la innovación tecnológica. Si algo permanecerá grabado en nuestra memoria después de ver esta historia de vínculos familiares intachables y búsqueda del destino es el impresionante pelazo de su protagonista, que ocasionó más de un quebradero de cabeza a los diseñadores.

En el pelo rojizo de Mérida, en la niebla escocesa, en el realismo del mar, vemos la imprenta de la compañía con sede en Emeryville, San Francisco. Personajes secundarios como el de la bruja o los tres pretendientes nos recuerdan el ingenio de sus guionistas para crear personalidades carismáticas. El talento de Pixar en Brave queda reducido, por tanto, a un impresionante envoltorio y cuatro pinceladas que enseguida quedan empañadas por la simpleza de la trama, el infantilismo de su humor y la ausencia casi absoluta de riesgo. Por tanto, ha vuelto a suceder. El castillo de Blancanieves nos ha impedido ver de nuevo la luz del flexo.

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